La participación infantil me toca de manera especial a nivel personal y profesional. Por una parte, personal, porque creo que ha sido una de mis carencias a lo largo de mi vida escolar. Creo que la primera vez que sentí que un profesor me ESCUCHABA fue en primero de Bachillerato. Y tengo el propósito, como profesional, de no dejar que eso les ocurra a mis alumnos. Quiero que se sientan valorados y escuchados y que eso les invite a tomar parte en el "cambio", en el que ellos decidan, según sus convicciones, pero que sientan que son parte de él, que lo que ellos hagan, digan o cómo actúen, tiene un efecto sobre los demás, lo que les rodea, y que eso puede cambiar el mundo.
Aquí el reto es llegar a todos. Siempre hay el que tiene más facilidad oral, el que propone más ideas. El que tiene ideas pero se las guarda. El que no se esfuerza por tenerlas. El que le gustaría pero no se le ocurre nada. El que prefiere que otro decida por él... el reto es llegar a todos. Que todos sientan que, dentro de sus fortalezas, habilidades... todos pueden y deben aportar. A veces escuchar es aportar, valorar la idea de otro es aportar; dar una idea que al final no funcionó es aportar... El gran reto es dar oportunidades a todos, con sus diferencias.
También, veo un gran reto en que se lo tomen en serio, que sean responsables, que tengan criterio y busquen el bien, la justicia y la paz común (en una sociedad, ahora mismo, que tiende al individualismo). Y aquí intervienen mucho los valores, el clima de aula, la concienciación de las familias sobre estos mismos temas... Y se me plantea muy importante abordarlo y dirigirlo bien desde las tutorías o también con las evidencias de aprendizaje que enviamos regularmente de qué cosas consideramos importantes y trabajamos desde el aula, así también las familias sabrán cómo colaborar y ayudar a que todo esto se desarrolle de manera positiva y eficaz.
